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martes, 12 de junio de 2012

La liebre y la tortuga

Una de las tantas fábulas atribuidas a Esopo, reescritas y adaptadas por unos cuantos a lo largo de la historia. Cuando pienso en esta corta historia, lo primero que me viene a la mente es el refrán "Los últimos serán los primeros". Pero lo secundan otros más. Es mucho lo que esta fábula puede decir en pocas palabras: no te duermas en los laureles; no subestimes a los demás; persevera y triunfarás... etc etc aunque prefiero, tal como dice la tortuga: "Quien va despacio llega más lejos".
A continuación, presentaré dos versiones de "La libre y la tortuga" que tengo en casa. La primera es la adaptación de Elvy Ross, una versión para niños pequeños; la segunda los versos escritos por La Fontaine que, por el léxico, está dirigida a ñiños un poco más grandes.
:D



La liebre y la tortuga 
Según la fábula de Esopo adaptada por Elvy Ross

Cierto día, en una calle de campo, una tortuga caminaba paso a paso hacia su refugio. Había tenido una comilona de hojas de lechuga y, para hacer la digestión cómodamente, avanzaba con mayor lentitud que la habitual. Una liebre, que estaba tomando fresco mientras curioseaba lo que ocurría a su alrededor, la vio y largó la carcajada: "¡Ja, ja ja!".

"Está bien que debas cargar con la casa a cuestas, pero esto no es motivo para que camines tan despacio. ¡Hoy sí que podré contarles algo gracioso a mis hijitos! Y como estoy de buen humor y quiero divertirme, te propongo correr una carrera hasta el árbol que está en lo alto de la colina".

"Quien va despacio llega más lejos", contestó sabiamente la tortuga, retomando su lento andar. Y con bastante disgusto por la insolencia de la liebre mal educada, se propuso darle una lección y aceptó la propuesta.

La libre se lanzó a correr como una flecha, levantando una polvareda tras de sí y, al llegar al gallinero donde vivían algunos de sus amigos, trepó al cerco para echar una mirada hacia atrás, pero no vio ni la sombra de la tortuga.

Ya sin tanta prisa, reanudó su camino, deteniéndose a cada paso para saborear algunas hierbas. Al atravesar un campo de girasoles, encontró una hermosa zanahoria y se detuvo para comérsela. ¿Y la tortuga? ¡Bah! Quizá estuviera todavía en el lugar de partida, arrepintiéndose de haber osado aceptar el desafío de un corredor de sus condiciones. ¡O quizá estuviera dormida!. 

Entonces pensó que, después de un paseo tan agradable y de una comida tan exquisita, no le vendría mal una pequeña siesta. Se recostó sobre el pasto, entre unas flores, y se durmió. Al poco rato, pasó por allí la tortuga, la miró sin detenerse y continuó su camino con el mismo paso lento y regular, segura de que muy pronto llegaría a la meta.

Una vez que la tortuga llegó a lo alto de la colina, se sentó junto al árbol en el que debía concluir la carrera, para tomarse un merecido reposo. La liebre llegó poco después, cansada y avergonzada por la sorpresiva derrota. "Esta experiencia te servirá de lección", le dijo buenamente la tortuga, "y te enseñará que, el futuro, deberás ser menos presuntuosa".


La liebre y la tortuga 
Según La Fontaine

Correr no sirve de nada,
Partir a punto es preciso;
Y la liebre y la tortuga
De tal cosa son testigos.
- "Apostemos, propuso ésta, 
A que yo llego a ese sitio
Antes que vos, mi querida"
- "¡Antes que yo! ¡Desatino!
¿Estáis loca? - nuestra liebre
Muy asombrada le dijo;
"Cara comadre, purgaros
Con eléboro es preciso;
Cuatro granos en ayunas
Os harán muy buen servicio".
- "Loca o no, yo siempre apuesto".
Y se hizo como se dijo;
Las apuestas se colocan
Cerca del punto escogido;
Saber en que consistían
No nos importa un comino,
Ni saber nos interesa
Quién fue juez en el litigio.
La liebre sólo tenía 
Cuatro pasos de camino,
De aquellos pasos que suele
Dar a modo de prodigio,
Cuando la siguen los perros
Y escapa de sus colmillos.
El tiempo, pues, le sobraba
Para echar de yerba un pisto,
Dormir una buena siesta,
Escuchar todos los ruidos,
Saber cómo sopla el viento,
Y ver saltar a los grillos.
Deja, pues, a la tortuga
Que con paso de arzobispo,
Parte y en llegar se esfuerza
Despacio y poco a poquito.
Mientras tanto, nuestra liebre
Ve su triunfo indigno, 
Tiene la apuesta en muy poco, 
Piensa que comprometido
Está su honor si se pone
Al par de la otra en camino;
Come, descansa, se ocupa
En asuntos muy distintos
De su apuesta, y cuando mira 
Que ya llega el enemigo
Casi al fin de la carrera,
Cual flecha parte sin tino,
Pero resultaron vanos
Todos los esfuerzos que hizo,
Porque llegó la tortuga
La primera a su destino.
- "¿Qué tal?" - le grita triunfante
Decid, ¿me faltaba el juicio?
Vuestra grande ligereza
¿Para que pudo serviros?
¡Ganar yo!...¡Cuánto más fácil
Mi victoria hubiera sido
Si vos también a la espalda
Llevaseis un edificio!"

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