Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

lunes, 8 de diciembre de 2014

Rizos de oro y los tres osos - Roald Dahl

Sigo medio desaparecida del blog... Cosas que pasan... Pero hoy recordé "Cuentos en verso para niños perversos" de Roald Dahl y quiero compartir otro de ellos con ustedes. Tiempo atrás leímos "La cenicienta", "Juan y las habichuelas mágicas" y "Blancanieves y los siente enanos". Las versiones de Roald Dahl de caracterizan por el humor y son disfrutables tanto por niños como por adultos.
Para hoy elegí "Rizos de oro y los tres osos" :D La elección me es interesante porque en el cuento original de Robert Southey, Ricitos de oro no es una niña, sino una anciana pero ya sabemos el cuentos con los años - y el cine y la televisión - se transformó. Dicho sea de paso, el original lo pueden leer en: "La historia de los tres osos" ya que hace tiempo lo publiqué en el blog. 





RIZOS DE ORO Y LOS TRES OSOS


¡Jamás debió ponerse en un estante
una bellaquería semejante!
¿Cómo una madre amante y responsable
puede dejar la historia detestable
de esta malvada niña entre las manos
de unos retoños cándidos y sanos?
Si de mí dependiera, Rizos de Oro
estaría entre rejas como un loro...
Imagínense ustedes qué gracioso
resulta hacer potaje para oso,
café y bollitos con su mermelada
y, con la mesa puesta y preparada,
que diga Papá Oso: "¡Mil cornejas!
¡La sopa está que quema las orejas!
Vamos a darnos un paseo juntos
hasta que este potaje esté en su punto.
Además, caminar un buen ratito
nos abrirá mejor el apetito".
Ninguna ama de casa se opondría
a propuesta de tal sabiduría
-y menos con el genio singular
de un oso cuando es hora de almorzar.

Pues bien, en cuanto dejan la mansión
se cuela Rizos de Oro en el salón
y, cual reptil sinuoso y repelente,
lo curiosea todo soezmente.
Al punto ve el potaje apetitoso
que puso en los tres platos Mamá Oso
y, en menos tiempo del que aquí se cuenta,
sobre ellos se abalanza violenta.
Imagínense, insisto, qué faena,
después de preparar cosa tan buena,
que acabe en el estómago incivil
de alguna delincuente juvenil.
¡Y no acaba ahí la cosa!, lo mejor
viene a continuación de lo anterior.
Como mujer de hogar que usted se siente,
ha ido con todo amor, pacientemente,
coleccionando muchos trastos viejos:
un angelote manco, dos espejos,
tres sillas y un armario estilo imperio
comprados en subasta y, lo más serio,
una silla de niño isabelina
que un día heredó usted de su madrina.
Es esa silla orgullo, prez y gloria
de su querida casa y no hay historia
que usted no cuente de ella y se derrita
cuando la enseña ufana a las visitas.
Pues, como iba diciendo, Rizos de Oro
sin el menor recato ni decoro
coloca su trasero gordinflón
sobre la silla histórica en cuestión
y, como no le importa tres pepinos
el mobiliario estilo isabelino,
se carga en un segundo malhadado
de su salón el mueble más preciado.
Cualquier niña diría: "¡Qué desgracia!
¡Merezco un buen castigo por mi audacia!".
Pero no Rizos de Oro que, al contrario,
exhibe su peor vocabulario:
"¡Maldito cachivache!" y otras cosas
que, de tan malsonantes y espantosas,
no puedo ni me atrevo a transcribir
ni creo que se deban imprimir.

Ustedes pensarán que aquí termina
su expedición fatal nuestra heroína...
Pues yo lo siento mucho, amigos míos,
pero no acaba aquí todo este lío.
La miserable quiere echar la siesta,
así que va a mirar dónde se acuesta.
Sube a los dormitorios de los osos,
compara qué edredón es más lanoso,
los prueba del derecho y del revés,
y se echa en el más blando de los tres.
Como sabéis, la gente de provecho
se suele descalzar cuando va al lecho,
pero con Rizos de Oro no hay enmienda
ni se le ocurre cosa que no ofenda.
Podéis imaginaros lo muy guarros
que estaban sus zapatos, cuánto barro
pestífero llevaban en las suelas.
Hasta algo que hizo un perro y, por que huela
tan sólo a tinta el libro, uno se calla...
Y, digo una vez más: ¿Es que no estalla
cualquiera a quien un monstruo dormilón
le ponga hecho una cuadra su edredón?
 
¿Os dais cuenta cabal de la cadena
de crímenes tramados por la nena?
-Crimen número uno: la acusada
comete allanamiento de morada.
-Crimen número dos: el personaje
se queda con tres platos de potaje.
-Crimen número tres: la muy cochina
destroza una sillita isabelina.
-Crimen número cuatro: la madama
se limpia los zapatos en la cama...
Un juez no dudaría ni un instante:
"¡Diez años de presidio a esa tunante!".
Pero en la historia, tal como se cuenta,
la miserable escapa tan contenta
mientras los niños gritan, encantados:
"¡Qué bien; Ricitos de Oro se ha salvado!".
Yo, en cambio, le daría otro final
a un cuento tan infame y criminal:
"¡Papá! -grita el Osito-, estoy furioso.
No tengo sopa". "¡Vaya! -dice el Oso-.
Pues sube al dormitorio: está en la cama,
metida en la barriga de una dama,
así que no tendrás más solución
que dar cuenta del caldo y del tazón".

domingo, 2 de noviembre de 2014

Tokjuaj y la lluvia

Llueve, llueve, llueve y hace mucho que no subo nada al blog...Vamos con una leyenda Wichi :D
La versión que encontré es la de Miguel Angel Palermo - ya leímos leyendas de otras comunidades adaptadas por él.
 Los Wichi son una comunidad indígena que habita el chaco argentino y boliviano. Rendían - o rinden - culto a los seres de la naturaleza y a un ser que consideran superior: Tokjuaj, el equivalente a El´Al aquí en la patagonia.



Tokjuaj y la lluvia

Dicen que antes la Lluvia era un hombre, un hombre todo hecho de agua. Era de agua pero vivía en la tierra; por eso, todo estaba siempre bastante inundado. Un día, Lluvia hizo mucha cerveza de algarroba – de esa que en el Chaco llamamos aloja – y preparó una gran fiesta. Entre los invitados estaba Tokjuaj y – vaya uno a saber por qué, ya que era riquísimo – se apareció en la reunión vestido con ropa vieja, rota y sucia.

Lluvia era bastante cascarrabias y se ofendió mucho con él, porque lo tomó como un desprecio. Por eso lo insultó de arriba abajo. Tokjuaj, entonces, fue corriendo a su casa y se cambió.

¡Qué diferencia! 
Quedó muy elegante: todo vestido de negro, con sombrero aludo, pañuelo blanco de seda al cuello, camisa fina, cinto con monedas de plata y unas botas espléndidas, con espuelas de plata. Se miró en un charco y – muy contento con su elegancia – volvió a la fiesta.

Pero Lluvia era un tipo bastante especial y tampoco quedó conforme. Ahora se había puesto celoso de este Tokjuaj que llamaba la atención. Por eso, apenas lo vio distraído, le tiró un rayo, que le erró por poco y partió un árbol en dos.

Claro, a Tokjuaj esto no le gustó nada, así que buscó una rama de árbol, la convirtió en un rifle (¡cosas de sus poderes mágicos!), apuntó y le tiró dos balazos. Lluvia se asustó, montó en su mula y se escapó a galope tendido.

Por detrás de él iba Tokjuaj, a los tiros, haciendo saltar astillas de los troncos y salpicando agua de los charcos con sus balas.

Al fin, Lluvia se trepó a un árbol, con mula y todo, y desde la punta de la copa pegó un tremendo salto que lo hizo llegar hasta el cielo.

Allí se ha quedado desde entonces. Pero como sigue con miedo a Tokjuaj, no para un momento y va de acá para allá, montado en su mula mañera, que cada tanto patea, y eso son los truenos. Anda envuelto hasta la cabeza con su poncho de flecos larguísimos, que son los chorros de agua cuando llueve, y cada tanto asoma los ojos: así se forman los relámpagos, como reflejos de esa mirada terrible que tiene.

domingo, 19 de octubre de 2014

Esperando la carroza - Jacobo Langsner

En el día de la madre, y ya verán por qué lo digo, una obra ideal para leer es "Esperando la carroza" del rumano-uruguayo Jacobo Langsner, una obra de teatro estrenada en Montevideo en 1962.
Carroza, carro, coche fúnebre... feo estar esperándolo. Pero no se alarmen, se trata de una comedia con un toque de humor negro. Una historia costumbrista del río de la plata que bien también podría ser sobre una familia argentina.
Aquí, en mi país, Argentina, fue llevada al cine en 1985 con ligeras modificaciones (por ejemplo, se agregaron escenas donde se explica dónde estaba mamá Cora, algunos diálogos como el famoso "tres empanadas" y otro que otro personaje de relleno) y aún hoy sigue consiguiendo que nos identifiquemos y descostillemos de la risa. 
En Neuquén, mi ciudad, el grupo de teatro dirigido por Gustavo Lioy la volvió a poner en escena este año. :D
Nota: Para leer con mayor comodidad, ampliar imagen con botón izquierdo del mouse
Nota2: Según me informaron, este sería el guión de la película. Igual vale y es igualmente divertido






























lunes, 13 de octubre de 2014

La isla desierta - Roberto Arlt

Hoy compartiré una "Burlería en un acto" que me pasaron para el blog diciendo que me sentiría identificada :P Al leerlo comprendí por qué... Vivimos en un mundo en el cual lo laboral nos absorbe y un día nos cuestionamos cual es el sentido y si se puede escapar. Hace dos años dejé por hartazgo un trabajo; me fui a mi propia isla desierta un tiempo... sólo un tiempo... porque no se puede una quedarse en la isla eternamente. La obra me recuerda algunas conversaciones que tuve con diversas personas por aquella época.
El autor es Roberto Arlt, escritor argentino nacido en 1900. Si no conocen esta obra de teatro, seguramente conocen algunos de sus cuentos o novelas. Me atrevería a decir que la más conocida de sus novelas es "El juguete rabioso".
"La isla desierta" data de 1938, apenas 4 años antes de su muerte.





Personajes
EL JEFE
EMPLEADA 1ª
MANUEL
EMPLEADA 2ª
MARÍA
EMPLEADA 3ª
EMPLEADO 1º
CIPRIANO (MULATO)
EMPLEADO 2º
DIRECTOR
TENEDOR DE LIBROS

ACTO ÚNICO

ESCENA

Oficina rectangular blanquísima, con ventanal a todo lo ancho del salón, enmarcando un cielo infinito caldeado en azul. Frente a las mesas escritorios, dispuestos en hilera como reclutas, trabajan, inclinados sobre las máquinas de escribir, los empleados. En el centro y en el fondo del salón, la mesa del JEFE, emboscado tras unas gafas negras y con el pelo cortado como la pelambre de un cepillo. Son las dos de la tarde, y una extrema luminosidad pesa sobre estos desdichados simultáneamente encorvados y recortados en el espacio por la desolada simetría de este salón de un décimo piso.

EL JEFE. - Otra equivocación, Manuel.
MANUEL. - ¿Señor?
EL JEFE. - Ha vuelto a equivocarse, Manuel.
MANUEL. - Lo siento, señor.
EL JEFE.-Yo también. (Alcanzándole la planilla.) Corríjala. (Un minuto de silencio.)
EL JEFE. - María.
MARÍA. - ¿Señor?
EL JEFE.-Ha vuelto a equivocarse, María.
MARÍA (acercándose al escritorio del JEFE).-Lo siento, señor.
EL JEFE.-También yo lo voy a sentir cuando tenga que hacerlos echar. Corrija.

Nuevamente hay otro minuto de silencio. Durante este intervalo pasan chimeneas de buques y se oyen las pitadas de un remolcador y el bronco pito de un buque.

Automáticamente todos los EMPLEADOS enderezan las espaldas y se quedan mirando la ventana.

EL JEFE (irritado). - ¡A ver si siguen equivocándose! (Pausa.)
EMPLEADO 1° (con un apagado grito de angustia). - ¡Oh! no; no es posible. (Todos se vuelven hacia él.)
EL JEFE (con venenosa suavidad).-¿Qué no es posible, señor?
MANUEL. - No es posible trabajar aquí.
EL JEFE.-,¿No es posible trabajar aquí? ¿Y por qué no es posible trabajar aquí? (Con lentitud.) ¿Hay pulgas en las sillas? ¿Cucarachas en la tinta?
MANUEL (poniéndose de pie y gritando).-¡Cómo no equivocarse! ¿Es posible no equivocarse aquí? Contésteme. ¿Es posible trabajar sin equivocarse aquí?
EL JEFE.-No me falte, Manuel. Su antigüedad en la casa no lo autoriza a tanto. ¿Por qué se arrebata?
MANUEL. - Yo no me arrebato, señor. (Señalando la ventana.) Los culpables de que nos equivoquemos son esos malditos buques.
EL JEFE (extrañado). - ¿Los buques? (Pausa.) ¿Qué tienen los buques?
MANUEL. - Sí, los buques. Los buques que entran y salen, chillándonos en las orejas, metiéndosenos por los ojos, pasándonos las chimeneas por las narices. (Se deja caer en la silla.) No puedo más.
TENEDOR DE LIBROS. - Don Manuel tiene razón. Cuando trabajábamos en el subsuelo no nos equivocábamos nunca.
MARÍA. - Cierto; nunca nos sucedió esto.
EMPLEADA 1ª - Hace siete años.
EMPLEADO 1°-¿Ya han pasado siete años?
EMPLEADO 2º - Claro que han pasado
TENEDOR DE LIBROS. -Yo creo, jefe, que estos buques, yendo y viniendo, son perjudiciales para la contabilidad.
EI JEFE. - ¿Lo creen?
MANUEL. - Todos lo creemos. ¿No es cierto que todos lo creemos?
MARÍA. - Yo nunca he subido a un buque, pero lo creo.
TODOS. - Nosotros también lo creemos.
EMPLEADA 2ª -jefe, ¿ha subido a un buque alguna vez?
EL JEFE. -¿Y para qué un jefe de oficina necesita subir a un buque?
MARÍA. - ¿Se dan cuenta? Ninguno de los que trabajan aquí ha subido a un buque.
EMPLEADA 2ª- Parece mentira que ninguno haya viajado.
EMPLEADO 2º - ¿Y por qué no ha viajado usted?
EMPLEADA 2ª - Esperaba a casarme...
TENEDOR DE LIBROS. - Lo que es a mí, ganas no me han faltado.
EMPLEADO 2°-Y a mí. Viajando es cómo se disfruta.
EMPLEADA 3ª - Vivimos entre estas cuatro paredes como en un calabozo.
MANUEL. - Cómo no equivocarnos. Estamos aquí suma que te suma, y por la ventana no hacen nada más que pasar barcos que van a otras tierras. (Pausa.) A otras tierras que no vimos nunca. Y que cuando fuimos jóvenes pensamos visitar.
EL JEFE (irritado). - ¡Basta! ¡Basta de charlar! ¡Trabajen!
MANUEL. - No puedo trabajar.
EL JEFE.-¿No puede? ¿Y por qué no puede, don Manuel?
MANUEL. -No. No puedo. El puerto me produce melancolía.
EL JEFE. - Le produce melancolía. (Sardónico.) Así que le produce melancolía. (Conteniendo su furor.) Siga, siga su trabajo.
MANUEL. - No puedo.
El JEFE.-Veremos lo que dice el director general. (Sale violentamente.)
MANUEL. - Cuarenta años de oficina. La juventud perdida.
MARÍA. - ¡Cuarenta años! ¿Y ahora? ...
MANUEL. - ¿Y quieren decirme ustedes para qué?
EMPLEADA 3ª -Ahora lo van a echar...
MANUEL. - ¡Qué me importa! Cuarenta años de Debe y Haber. De Caja y Mayor. De Pérdidas y Ganancias.
EMPLEADA 2ª - ¿Quiere una aspirina, don Manuel?
MANUEL. - Gracias, señorita. Esto no se arregla con aspirina. Cuando yo era joven creía que no podría soportar esta vida. Me llamaban las aventuras ... los bosques. Me hubiera gustado ser guardabosque. O cuidar un faro ...
TENEDOR DE LIBROS. - Y pensar que a todo se acostumbra uno.
-MANUEL. -Hasta a esto ...
TENEDOR DE LIBROS.-Sin embargo, hay que reconocer que estábamos mejor abajo. Lo malo es que en el subsuelo hay que trabajar con luz eléctrica.
MARÍA. - ¿Y con qué va a trabajar uno si no?
EMPLEADO 1°-Uno estaba allí tan tranquilo como en el fondo de una tumba.
TENEDOR DE LIBROS. - Cierto, se parece a una tumba. Yo muchas veces me decía: "Si se apaga el sol, aquí no nos enteramos" . . .
MANUEL. -Y de pronto, sin decir agua va, nos sacan del sótano y nos meten aquí. En plena
luz. ¿Para qué queremos tanta luz? ¿Podés decirme para qué queremos tanta luz?
TENEDOR DE LIBROS. - Francamente, yo no sé ...
EMPLEADA 2ª - El jefe tiene que usar lentes negros . . .
EMPLEADO 2ª -Yo perdí la vista allá abajo ...
EMPLEADO 1º -Sí, pero estábamos tan tranquilos como en el fondo del mar.
TENEDOR DE LIBROS. - De allí traje mi reumatismo.

Entra el ordenanza CIPRIANO, con un uniforme color de canela y un vaso de agua helada. Es MULATO, simple y complicado, exquisito y brutal, y su voz por momentos persuasiva.

MULATO. - ¿Y el jefe?
EMPLEADA 2ª - No está. ¿No ve que no está?
EMPLEADA 3ª - Fue a la Dirección ...
MULATO (mirando por la ventana). - ¡Hoy llegó el "Astoria"! Yo lo hacía en Montevideo.
EMPLEADA 2ª (acercándose a la ventana). - ¡Qué chimeneas grandes tiene!
MULATO. - Desplaza cuarenta y tres mil toneladas ...
EMPLEADO 1° - Ya bajan los pasajeros...
MANUEL. - Y nosotros quisiéramos subir.
MULATO. - Y pensar que yo he subido a casi todos los buques que dan vuelta por los puertos del mundo.
EMPLEADO 2° - Hablaron mucho los diarios ...
MULATO.-Sé los pies que calan. En qué astilleros se construyeron. El día que los botaron. Yo, cuando menos, merecía ser ingeniero naval.
EMPLEADO 2° - Vos, ingeniero naval ... No me hagas reír.
MULATO. - O capitán de fragata. He sido grumete, lavaplatos, marinero, cocinero de veleros, maquinista de bergantines, timonel de sampanes, contramaestre de paquebotes...
EMPLEADO 2°-¿Por dónde viajaste? ¿Por la línea del Tigre o por la de Constitución?
MULATO (sin mirar al que lo interrumpe). - Desde los siete años que doy vueltas por el mundo, y juro que jamás en la vida me he visto entre chusma tan insignificante como la que tengo que tratar a veces ...
MARÍA (a EMPLEADA 1ª). - A buen entendedor...
MULATO. - Conozco el mar de las Indias. El Caribe, el Báltico ... hasta el océano Ártico conozco. Las focas, recostadas en los hielos, lo miran a uno como mujeres aburridas, sin moverse ...
EMPLEADO 2° - ¡Che, debe hacer un fresco bárbaro por ahí!
EMPLEADA 2ª - Cuente, Cipriano, cuente. No haga caso.
MULATO (sin volverse). - Aviada estaría la luna si tuviera que hacer caso de los perros que ladran. En un sampán me he recorrido el Ganges. Y había que ver los cocodrilos que nos seguían...
MARÍA - No sea exagerado, Cipriano.
MULATO. - Se lo juro, señorita.
EMPLEADO 2° - Indudablemente, éste no pasó de San Fernando.
MULATO (violento). - A mí nadie me trata de mentiroso, ¿sabe? (Arrebatado, se quita la chaquetilla, y luego la camisa, que muestra una camiseta roja, que también se saca.)
EMPLEADA 1ª - ¿Qué hace, Cipriano?
EMPLEADA 2ª - ¿Está loco?
EMPLEADA 3ª - Cuidado, que puede venir el jefe.
MULATO. - Vean, vean estos tatuajes. Digan si éstos son tatuajes hechos entre la línea del Tigre o Constitución. Vean...
EMPLEADA 2ª - ¡Una mujer en cueros!
MULATO.-Este tatuaje me lo hicieron en Madagascar, con una espina de tiburón.
EMPLEADO 2° - ¡Qué mala espina!
MULATO. - Vean esta rosa que tengo sobre el ombligo. Observen qué delicadeza de pétalos. Un trabajo de indígenas australianos.
EMPLEADO 2º-¿No será una calcomanía?
EMPLEADA 2ª - ¡Qué va a ser calcomanía! Este es un tatuaje de veras.
MULATO. - Le aseguro, señorita, que si me viera sin pantalones se asombraría ...
TODOS. - ¡Oh ... ah! ...
MULATO (enfático).-Sin pantalones soy extraordinario.
EMPLEADA 1ª - No se los pensará quitar, supongo.
MULATO. - ¿Por qué no?
EMPLEADA 3ª - No, no se los quite.
MULATO. - No voy a quedar desnudo por eso. Y verán qué tatuajes tengo labrados en las piernas.
EMPLEADA 1ª -Es que si entra alguien ...
EMPLEADA 3ª - Cerrando la puerta. (Va a la puerta.)
MULATO (quitándose los pantalones y quedando con un calzoncillo corto y rojo con lunares blancos). - Miren estos dibujos. Son del más puro estilo malasio. ¿Qué les parece esta guarda de monos pelando bananas? (Murmullos de "Oh ... ah...".) Lo menos que merezco es ser capitán de una isla. (Toma un pliego de papel madera y rasgándolo en tiras se lo coloca alrededor de la cintura.) Así van vestidos los salvajes de las islas.
EMPLEADA 1ª - ¿A las mujeres también les hacen tatuajes...?
MULATO. - Claro. ¡Y qué tatuajes! Como para resucitar a un muerto.
EMPLEADA 2ª - ¿Y es doloroso tatuarse?
MULATO. -No mucho ... Lo primero que hace el brujo tatuador es ponerlo a uno bajo un árbol ...
EMPLEADA 2ª - Uy, qué miedo.
MULATO. - Ningún miedo. El brujo acaricia la piel hasta dormirla. Y uno acaba por no sentir nada.
EMPLEADO 1° -Claro ...
MULATO.-Siempre bajo los árboles hay hombres y mujeres haciéndose tatuar. Y uno termina por no saber si es un hombre, un tigre, una nube o un dragón.
TODOS. - ¡Oh, quién lo iba a decir! ¡Si parece mentira!
MULATO (fabricándose una corona con papel y poniéndosela). -Los brujos llevan una corona así y nadie los mortifica.
EMPLEADA 1ª - Es notable.
EMPLEADA 2ª - Las cosas que se aprenden viajando...
MULATO. - Allá no hay jueces, ni cobradores de impuestos, ni divorcios, ni guardianes de plaza. Cada hombre toma a la mujer que le gusta y cada mujer al hombre que le agrada. Todos viven desnudos entre las flores, con collares de rosas colgantes del cuello y los tobillos adornados de flores. Y se alimentan de ensaladas de magnolias y sopas de violetas.
TODOS. - Eh, eh ...
EMPLEADA 2ª - ¡Eh! ¡Cipriano, que no nacimos ayer!
MULATO. - Juro que se alimentan de ensaladas de magnolias.
TODOS. - No.
MULATO. - Sí.
EMPLEADO 2° - Mucho ... mucho ...
MULATO. - Digo que sí. Y además los árboles están siempre cargados de toda clase de fruta.
MANUEL.-No será como la que uno compra aquí, en la feria.
MULATO.-Allá no. Cuelgan libremente de las ramas y quien quiere, come, y quien no quiere, no come ... y por la noche, entre los grandes árboles, se encienden fogatas y ocurre lo que es natural que ocurra entre hombres y mujeres.
EMPLEADA 1ª - ¡Qué países, qué países!
MULATO. -Y digo que es muy saludable vivir así libremente. Al otro día la gente trabaja con más ánimo en los arrozales y si uno tiene sed (toma el vaso de agua y bebe) parte un coco y bebe su deliciosa agua fresca.
MANUEL (tirando violentamente un libro al suelo). - ¡Basta!
MULATO. - ¿Basta qué?
MANUEL.-Basta de noria. Se acabó. Me voy.
EMPLEADA 2ª - ¿A dónde va, don Manuel?
MANUEL. -A correr inundo. A vivir la vida. Basta de oficina. Basta de malacate. Basta de números. Basta de reloj. Basta de aguantarlo a este otro canalla. (Señala la mesa del jefe.)

Pausa. Perplejidad.

EMPLEADO 1°-¿Quién es el otro?
TODOS. - ¿,Quién es?
MANUEL (perplejo). -El otro ... el otro ... el otro ... soy yo.
EMPLEADA 3ª - ¡Usted, don Manuel!
MANUEL. - Sí, yo; que desde hace veinte años le llevo los chismes al jefe. Mucho tiempo hacía que me amargaba este secreto. Pero trabajábamos en el subsuelo. Y en el subsuelo las cosas no se sienten.
TODOS. - ¡Oh! ...
EMPLEADO 1°-¿Qué tiene que ver el subsuelo?
MANUEL. - No sé. La vida no se siente. Uno es como una lombriz solitaria en un intestino de cemento. Pasan los días y no se sabe cuándo es de día, cuándo es de noche. Misterio. (Con desesperación.) Pero un día nos traen a este décimo piso. Y el cielo, las nubes, las chimeneas de los transatlánticos se nos entran en los ojos. Pero entonces, ¿existía el cielo? Pero entonces, ¿existían los buques? ¿Y las nubes existían? ¿Y uno, por qué no viajó? Por miedo. Por cobardía. Mírenme. Viejo. Achacoso. ¿Para qué sirven mis cuarenta años de contabilidad y de chismerío?
MULATO (enfático). - Ved cuán noble es su corazón. Ved cuán responsables son sus palabras. Ved cuán inocentes son sus intenciones. Ruborizaos, amanuenses. Llorad lágrimas de tinta. Todos vosotros os pudriréis como asquerosas ratas entre estos malditos libros. Un día os encontraréis con el sacerdote que vendrá a suministraros la extremaunción. Y mientras os unten con aceite la planta de los pies, os diréis: "¿Qué he hecho de mi vida? Consagrarla a la teneduría de libros. Bestias.
MANUEL. - Quiero vivir los pocos años que me quedan de vida en una isla desierta. Tener mi cabaña a la sombra de una palmera. No pensar en horarios.
EMPLEADO 1º - Iremos juntos, don Manuel.
MARÍA. - Yo iría, pero para cumplir este deseo tendría que cobrar los meses de sueldo que me acuerda la ley 11.729.
EMPLEADO 2º -Para que nos amparase la ley 11.729, tendrían que echarnos.
MULATO. - Aprovechen ahora que son jóvenes. Piensen que cuando les estén untando con aceite la planta de los pies no podrán hacerlo.
MARÍA. -La pena es que tendré que dejar a mi novio.
EMPLEADO 2° -¿Por qué no lo conserva en un tarro de pickles?
EMPLEADA 2ª - Cállese, odioso.
MULATO. - Señores, procedamos con corrección. Cuando don Manuel declaró que él era el chismoso, una nueva aurora pareció cernirse sobre la humanidad. Todos le miramos y nos dijimos: "He aquí un hombre honesto; he aquí un hombre probo; he aquí la estatua misma de la virtud cívica y ciudadana". (Grave.) Don Manuel. Usted ha dejado de ser don Manuel. Usted se ha convertido en Simbad el Marino.
EMPLEADA 3ª - Qué bonito!
MANUEL. - Ahora, lo que hay que buscar es la isla desierta.
TENEDOR DE LIBROS. - ¿Hay todavía islas desiertas?
MULATO. - Sí, las hay. Vaya si las hay. Grandes islas. Y con árboles de pan. Y con plátanos. Y con pájaros de colores. Y con sol desde la mañana a la noche.
EMPLEADO 2º - ¿Y nosotros? ...
MULATO. - ¿Cómo nosotros?
EMPLEADA 2ª -¿Claro? ¿Y a nosotros nos van a largar aquí?
MULATO. - Vengan ustedes también.
TODOS. - Eso... vámonos todos.
MULATO. - Ah ... y qué les diré de las playas de coral.
EMPLEADA 1ª Cuente, Cipriano, cuente.
MULATO. - Y los arroyuelos cantan entre las breñas. Y también hay negros. Negros que por la noche baten el tambor. Así.

El MULATO toma la tapa de la máquina de escribir y comienza a batir el tam tam ancestral, al mismo tiempo que oscila simiesco sobre sí mismo. Sugestionados por el ritmo, van entrando todos en la danza.

MULATO (a tiempo que bate el tambor). -Y también hay hermosas mujeres desnudas. Desnudas de los pies a la cabeza. Con collares de flores. Que se alimentan de ensaladas de magnolias. Y hermosos hombres desnudos. Que bailan bajo los árboles, como ahora nosotros bailamos aquí ...

La hoja de la bananera
De verde ya se madura
Quien toma prenda de joven
Tiene la vida segura.

La danza se ha ido generalizando a medida que habla el MULATO, y los viejos, los empleados y las empleadas giran en torno de la mesa, donde como un demonio gesticula, toca el tambor y habla el condenado negro.

Y bailan, bailan, bajo los árboles cargados de frutas. De aromas ...

Histéricamente todos los hombres se van quitando los sacos, los chalecos, las corbatas; las muchachas se recogen las faldas y arrojan los zapatos. El MULATO bate frenéticamente la tapa de la máquina de escribir. Y cantan un ritmo de rumba.

La hoja de la bananera...
EL JEFE (entrando bruscamente con el DIRECTOR, con voz de trueno).-¿Qué pasa aquí?
MARÍA (después de alguna vacilación). - Señor ... esta ventana maldita y el puerto ... Y los buques ... esos buques malditos ...
EMPLEADA 2ª - Y este negro.
DIRECTOR. - Oh ... comprendo. . . comprendo. (Al JEFE.) Despida a todo el personal. Haga poner vidrios opacos en la ventana.


TELÓN