Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

martes, 29 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - La Partida - Final

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - La Muerte



La Partida


Y era ya la noche.

Y Almitra, la profetisa, dijo: Sea bendecido este día y este lugar y tu espíritu que ha hablado.

Y él respondió, ¿Fui yo el que habló? ¿No fui también uno de los que escucharon?

Descendió, entonces, las gradas del Templo y todo el pueblo lo siguió. Y él llegó a su barco y se irguió sobre el puente. Y, mirando de nuevo a la gente, alzó la voz y dijo: Pueblo de Orfalese: el viento me obliga a dejaros. No tengo la prisa del viento, pero debo irme. Nosotros, los trotamundos, buscamos siempre el camino más solitario, no comenzamos un día donde hemos terminamos otro y no hay aurora que nos encuentre donde nos dejó el atardecer. Viajamos aún cuando la tierra duerme.

"Somos las semillas de una planta tenaz y es en nuestra madurez y plenitud de corazón que somos dados al viento y esparcidos por doquier.

"Breves fueran mis días entre vosotros y aún más breves las palabras que he dicho. Pero, si mi voz se hace débil en vuestros oídos y mi amor se desvanece en vuestra memoria, entonces, volveré.

"Y, con un corazón más rico y unos labios más dóciles al espíritu, hablaré. Sí, he de volver con la marea.

"Y, aunque la muerte me esconda y el gran silencio me envuelva, buscaré, sin embargo, nuevamente vuestra comprensión.

"Y mi búsqueda no será en vano:

"Si algo de lo que he dicho es verdad, esa verdad se revelará en una voz más clara y en palabras más cercanas a vuestros pensamientos. Me voy con el viento, pueblo de Orfalese, pero no hacia la nada.

"Y, si este día no es la realización plena de vuestras necesidades y mi amor, que sea una promesa hasta que otro día llegue.

"Las necesidades del hombre cambian, pero no su amor, ni su deseo de que este amor satisfaga sus necesidades.

"Sabed, pues, que desde el silencio más grande, volveré.

"La niebla que se aleja en el alba, dejando solamente el rocío sobre los campos, se eleva y se hace nube para caer después en lluvia.

"Y yo no he sido diferente de la niebla.

"En la quietud de la noche he caminado por vuestras calles y mi espíritu entró en vuestras casas.

"Y los latidos de vuestro corazón estuvieron en mi corazón y vuestro aliento se posó en mi cara y yo os conozco a todos. Y, a menudo, fui entre vosotros como un lago entre montañas: Reflejé vuestras cumbres y vuestras laderas y aun el pasar de vuestros pensamientos y vuestros deseos, en manadas.

"Y vino a mi silencio el reír de vuestros niños en torrentes y los anhelos de vuestra juventud en ríos.

"Y, cuando llegaron a lo más profundo de mi ser, los torrentes y los ríos no cesaron de cantar.

"Pero algo más dulce aún que las risas y más grande que los anhelos llegó a mí.

"Fue lo ilimitado en vosotros;

"El hombre inmenso del que sois apenas las células y los nervios; aquél en cuyo canto todo vuestro cantar no es más que un latido sordo. Es en el hombre inmenso, en el que sois inmensos. Y es al mirarlo que yo os ví y os amé.

"Porque, ¿qué distancias puede alcanzar el amor que no estén en esa esfera inmensurable? ¿Qué visiones, qué presunciones pueden superar ese vuelo? Como un roble gigante, cubierto de flores de manzano, es el hombre inmenso en vosotros. Su poder os ata a la tierra, su fragancia os eleva en el espacio y, en su durabilidad, sois inmortales.

"Se os ha dicho que, como una cadena, sois tan fuertes como vuestro más débil eslabón. Eso es sólo una verdad a medias. Sois también tan fuertes como vuestro eslabón más fuerte. Mediros por vuestra más pequeña acción es como calcular el poder del océano por la fragilidad de su espuma. Juzgaros por vuestras fallas es como culpar a las estaciones por su inconstancia.

"¡Ay! Sois como un océano.

"Y, aunque barcos pesados esperan la marea en vuestras playas, como el océano, no podéis apurar vuestras mareas.

"Y, sois también como las estaciones.

"Y, aunque en vuestro invierno neguéis vuestra primavera, La primavera, reposando en vosotros, sonríe en su ensoñación y no se ofende.

"No penséis que yo os hablo así para que vosotros os digáis el uno al otro: "Nos alabó. No ha visto más que lo bueno que hay en nosotros." Sólo os digo yo en palabras lo que vosotros mismos sabéis en pensamiento.

"Vuestros pensamientos y mis palabras son ondas de una memoria sellada que guarda el registro de nuestros ayeres. Y de los antiguos días, cuando la tierra no nos conoció ni se conoció ella misma. Y de las noches cuando la tierra estuvo atormentada en confusión.

"Sabios vinieron a vosotros a daros de su sabiduría. Yo he venido a tomar de vuestra sabiduría. Y he aquí que he hallado lo que es más grande que la sabiduría misma.

"Es un espíritu ardiente en vosotros que junta cada vez más de él mismo.

"Mientras vosotros, ausentes de su expansión, lloráis el marchitarse de vuestros días.

"Es la vida en busca de vida en los cuerpos que temen la tumba.

"No hay tumbas aquí.

"Estas montañas y llanuras son una cuna y un peldaño. Cada vez que paséis cerca del campo donde dejasteis a vuestros antecesores reposando, mirad bien y os veréis vosotros mismos y veréis a vuestros hijos danzando de la mano. En verdad, os divertís a menudo sin saberlo.

"Otros han venido a quienes, por doradas promesas hechas a vuestra fe, habéis dado riquezas y poder y gloria.

"Menos que una promesa os he dado yo y, sin embargo, habéis sido más generosos conmigo.

"Me habéis dado la sed más profunda para mi vida futura. No hay seguramente para un hombre regalo más grande que aquél que hace de todos sus anhelos unos sedientos labios y de toda su vida una fontana fresca.

"Y allí mi honor y mi premio:

"Que, cada vez que voy a la fuente a beber, encuentro el agua viviente sedienta ella misma; y ella me bebe mientras yo la bebo. 

"Algunos de vosotros me habéis juzgado orgulloso y exageradamente esquivo para recibir regalos.

"Soy, en verdad, demasiado orgulloso para recibir salario, pero no regalos. Y aunque he comido bayas entre las colinas, cuando hubierais querido sentarme a vuestra mesa. Y dormido en el pórtico del templo cuando me hubierais acogido gozosamente,

"¿No fue acaso vuestro cuidado amante de mis días y mis noches el que hizo la comida dulce a mi boca y ciñó con visiones mi sueño?

"Yo os bendigo aún más por esto: Vosotros dais mucho y no sabéis qué dais. Verdaderamente, la bondad que se mira sí misma en un espejo se convierte en piedra. Y una buena acción que se llama a ella misma con nombres tiernos se transforma en pariente de una maldición. Y algunos de vosotros me habéis llamado solitario y embriagado en mi propio aislamiento.

"Y habéis dicho: "Se consulta con los árboles del bosque, pero no con los hombres. Se sienta, solitario en las cumbres de los montes y mira nuestra ciudad a sus pies."

"¿Cómo podría haberos visto sino desde una gran altura o de una gran distancia? ¿Cómo se puede estar cerca de verdad, a menos que se esté lejos? 

"Y otros, entre vosotros, me han llamado sin palabras, diciendo: "Extranjero, extranjero, amante de cumbres inalcanzables, ¿por qué habitas entre las cimas, donde las águilas hacen sus nidos? ¿Por qué buscas lo inobtenible? ¿Qué tormentas quieres atrapar en tu red? ¿Y qué vaporosos pájaros cazas en el cielo? Ven y sé uno de nosotros. Desciende y , calma tu hambre con nuestro pan y apaga tu sed con nuestro vino."

"En la soledad de sus almas decían esas cosas.

"Pero, si su soledad hubiera sido más profunda, hubieran sabido que lo que yo buscaba era el secreto de vuestra alegría y vuestro dolor. Y que cazaba solamente lo más grande de vuestro ser, que camina por el cielo. Pero el cazador fue también el cazado. Porque muchas de mis flechas dejaron mi arco solamente para buscar mi propio pecho. Y el que volaba se arrastró también; porque, cuando mis alas se extendían al sol, su sombra sobre la tierra fue una tortuga.

"Y el creyente fue también el escéptico; porque yo he puesto a menudo mi dedo en mi propia herida para poder creer más en vosotros y conoceros mejor. Y es con esa fe y ese conocimiento que os digo: No estáis encerrados en vuestro cuerpo, ni confinados a vuestras casas o campos. Aquello que en vosotros habita sobre las montañas y pasea con el viento. No es esa cosa que se arrastra bajo el sol buscando calor o excava agujeros en la oscuridad, buscando refugio. Sino algo libre, un espíritu que envuelve la tierra y se mueve en el éter.

"Si éstas son palabras vagas, no busquéis aclararlas. Vago y nebuloso es el principio de todas las cosas, pero no su fin.

"Y yo desearía que me recordárais como un comienzo.

"La vida, y todo lo que vive, son concebidos en la bruma y no en el cristal. ¿Y quién sabe si el cristal no es la decadencia de la bruma? Yo desearía que recordárais esto al recordarme: aquello que parece más débil y turbado en vosotros es lo más fuerte y lo más determinado.

"¿No es vuestro aliento el que ha erigido y endurecido la estructura de vuestros huesos? ¿Y no es un sueño, que ninguno de vosotros recuerda haber soñado, el que edificó vuestra ciudad e hizo todo lo que en ella hay?

"Si pudiérais ver las mareas de ese aliento, dejaríais de ver todo lo demás. Y, si pudiérais oír el murmullo del sueño, no oiríais ningún otro sonido. Pero no veis ni oís, y eso está bien.

"El velo que nubla vuestros ojos será levantado por las manos que lo hilaron. Y la arcilla que llena vuestros oídos será horadada por aquellos dedos que la amasaron.

"Y veréis.

"Y oiréis.

"Y no deploraréis, entonces, el haber conocido la ceguera, ni sentiréis haber estado sordos. Porque ese día conoceréis el propósito escondido de todas las cosas y bendeciréis la oscuridad como bendecíais la luz."

Estas cosas dichas, miró a su alrededor y vio al piloto de su barco de pie ante el timón y mirando, ora a las henchidas velas, ora a la distancia.

Y dijo:

"Paciente, más que paciente, es el capitán de mi barco. El viento sopla y las velas están inquietas. Aún el timón solicita una ruta. Y, sin embargo, tranquilamente, mi capitán espera mi silencio. Y esos mis marineros, que han oído el coro del inmenso mar, tienen también que oírme pacientemente. Pero no esperarán ahora ya.

"Estoy presto.

"La corriente ha llegado al mar y, una vez más, la gran madre aprieta a su hijo contra su pecho.

"Adiós, pueblo de Orfalese.

"Este día ha terminado. Se está cerrando sobre nosotros como un nenúfar se cierra sobre su propio mañana.

"Guardamos lo que aquí nos ha sido dado,

"Y, si no es suficiente, nos reuniremos de nuevo y juntos tenderemos nuestras manos hacia el dador.

"No olvidéis que yo volveré hacia vosotros. Un momento, no más, y mi anhelo reunirá espuma y polvo para otro cuerpo. Un momento, un momento de descanso en el viento, y otra mujer me llevará consigo.

"Adiós a vosotros y a la juventud que he pasado con vosotros. Fue ayer que nos encontramos en mi sueño.

"Habéis cantado para mí en mi soledad, y yo, de vuestras ansias, he edificado una torre en el cielo.

"Pero ahora nuestro sueño se ha ido y ya no es la aurora. El mediodía está sobre nosotros y nuestra somnolencia se ha cambiado en día pleno, y debemos separarnos.

"Si, en el crepúsculo del recuerdo, nos encontráramos una vez más hablaremos juntos de nuevo y me cantaréis una canción más honda.

"Y, si nuestras manos se unieran en otro sueño, levantaremos otra torre en el cielo."

Diciendo así, hizo una seña a los hombres de mar e, inmediatamente, ellos levaron anclas, soltaron las amarras y se movieron hacia el este.

Y un grito nació de la gente, como de un solo corazón y se elevó en el crepúsculo y se arrastró sobre el mar como un sonar de trompetas.

Sólo Almitra estaba silenciosa, siguiendo al barco con los ojos hasta que se desvaneció en la niebla.

Y, cuando toda la gente se dispersó, ella estaba todavía sola sobre el muro que da al mar, recordando en su corazón lo que él dijera:

"Un momento, un momento de descanso en el viento, y otra mujer me llevará consigo."


FIN

lunes, 28 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - La Muerte

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - La Religión



La Muerte


Almitra, entonces, habló, diciendo: Os preguntaríamos ahora sobre la Muerte.

Y él respondió:

"Desearíais saber el secreto de la muerte.

"¿Pero cómo lo encontraréis a menos de buscarlo en el corazón de la vida?

"El mochuelo, cuyos ojos atados a la noche son ciegos en el día, no puede descubrir el misterio de la luz.

"Si, en verdad, queréis contemplar el espíritu de la muerte, abrid de par en par vuestro corazón en el cuerpo de la vida. Porque la vida y la muerte son una, así como el río y el mar son uno también.

"En el arcano de vuestras esperanzas , y deseos reposa vuestro conocimiento silencioso del más allá.

"Y, como las semillas soñando bajo la nieve, vuestro corazón sueña con la primavera.

"Confiad en los sueños, porque en ellos el camino a la eternidad está escondido.

"Vuestro miedo a la muerte no es más que el temblor del pastor cuando está en pie ante el rey, cuya mano va a posarse sobre él como un honor.

"¿No está, acaso, contento el pastor, bajo su miedo de llevar la marca del rey?

"¿No lo hace eso, sin embargo, más conciente de su temblor?

"Porque, ¿qué es morir sino erguirse desnudo?

"Y, ¿qué es dejar de respirar, sino el liberar el aliento de sus inquietos vaivenes para que pueda elevarse y expandirse y, ya sin trabas, buscar a Dios?

"Sólo cuando bebáis el río del silencio cantaréis de verdad. Y, cuando hayáis alcanzado la cima de la montaña es cuando comenzaréis a ascender.

"Y, cuando la tierra reclame vuestros miembros, es cuando bailaréis de verdad."



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El Profeta - Khalil Gibrán - La Partida - Final

domingo, 27 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - La Religión

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - La Belleza




La Religión


Y un viejo sacerdote dijo: Háblanos de la Religión.

Y él respondió:

"¿Acaso he hablado hoy de otra cosa?

"¿No son todos los actos y todas las reflexiones, religión? ¿Y aún aquello que no es acto ni pensamiento, sino un milagro y una sorpresa brotando siempre en el alma, aun cuando las manos pican la piedra o atienden el telar?

"¿Quién puede separar su fe de sus acciones o sus creencias de sus ocupaciones?

"¿Quién puede desplegar sus horas ante sí mismo diciendo: "Esto para Dios y esto para mí; esto para mi alma y esto para mi cuerpo?"

"Todas nuestras horas son alas que baten a través del espacio de persona a persona.

"El que usa su moralidad como su más bella vestidura mejor estaría desnudo.

"El sol y el viento no desgarrarían su piel.

"Y aquél que define su conducta por medio de normas, apresará su pájaro cantor en una jaula.

"El canto más libre no sale detrás de alambres ni barrotes.

"Y aquél para quien la adoración es una ventana que puede abrirse pero también cerrarse, no ha visitado aún la mansión de su espíritu cuyas ventanas se extienden desde el alba hasta el alba.

"Vuestra vida de todos los días es vuestro templo y vuestra religión.

"Cada vez que en él entréis llevad con vosotros todo lo que tenéis.

"Llevad el arado y la fragua, el martillo y el laúd.

"Las cosas que habéis hecho por gusto o por necesidad. Porque en recuerdos, no podéis elevaros por encima de vuestras obras ni caer más bajo que vuestros fracasos.

"Y llevad con vosotros a todos los hombres.

"Porque, en la adoración, no podéis volar más alto que sus esperanzas ni humillaros más bajo que su desesperación.

"Y si llegáis a conocer a Dios, no os convirtáis en aclaradores de enigmas.

"Mirad más bien alrededor de vosotros y lo veréis jugando con vuestros hijos.

"Y mirad hacia el espacio; lo veréis caminando en la nube, desplegando sus brazos en el, rayo. y descendiendo en la lluvia. Lo veréis sonriendo en las flores y elevándose luego para agitar sus manos en los árboles."

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El Profeta - Khalil Gibrán - La Muerte

sábado, 26 de diciembre de 2015

Hoy y la alegría - Mario Benedetti

De Mario Benedetti hasta ayer conocía solamente poemas. Vi en facebook una frase de "Hoy y la alegría" que me encantó: "En realidad usted fue siempre una imagen. La imagen que yo creé a partir de un conjunto de anhelos, de deseos incumplidos, de pequeños fracasos (...) Así ingresó usted a mis insomnios". Cómo suelo hacer en esos casos, busqué para saber si el autor era realmente el autor. Y así encontré este melancólico cuento que hoy comparto con ustedes.
Mario Benedetti fue un poeta y escritor uruguayo (nunca entendí bien por qué en las biografías se separa ser escritor de ser poeta). Tal vez sea más conocido por sus poemas pero su obra fue muy extensa e incluso prestó su voz para leer sus poemas para que fueran grabados. También el cantautor español Joan Manuel Serrat y la artista argentina Nacha Guevara los utilizaron en varias de sus canciones.
Falleció en el 2009 a los 88 años. "Hoy y la alegría" es de 1948, Mario Benedetti tenía 28 años.




Hoy y la alegría


Poco importaba que no fuera domingo ni primavera. Igual me sentía dispuesto a que algo extraordinario me purificase. En realidad, son pocos los días en que uno puede sentirse anticipadamente alegre, alegre sin ruedas de café ni cantos nauseabundos a la madrugada, ni esa pegajosa, inconsciente tontería que antes y después nos parece imposible; alegre de veras, es decir, casi triste.

Usted no podía saber que hoy, recién despierto, yo había admirado el lago de cielo —nacido, durante mi sueño, en la ventana abierta— que rozaba el pelo rubio de mi mujer. De mi mujer silenciosa, encuadrada en su costumbre, a los pies de la cama. Logré descubrirle, a pesar del contraluz, cuatro o cinco gestos, cuatro o cinco expresiones nuevas, tan sorpresivas, que me hicieron sonreír. No dijo nada, pero su silencio no alcanzó a incomodarme. Simplemente me pareció tonto explicarle que recién hoy había advertido un pasaje inédito de su rostro de siempre. Ni siquiera estaba seguro de no haberlo inventado.

Luego, entraron mis hijas. Entonces todos hablamos y en especial Laurita. En vez de mirarlas directamente, yo acechaba la enorme moña azul que devolvía el espejo, y en la imagen total de mi hija, con los brazos caídos a lo largo del delantal y su cabecita fluctuante entre síes y noes, me parecía reconocer algún delicioso títere que yo pudiera mover con mis preguntas, invisibles como hilos.

Me dejaron solo. La cama de dos plazas, la habitación entera para mí. Podía estirarme, separando las piernas al máximo, o juntarlas y abrir los brazos como un crucificado. En la pared, sobre la reproducción de una Madonna de Rafael, dos manchas de humedad se unían y formaban un simpático monstruo. Pero mirándolo con un solo ojo, era únicamente el tío de Aníbal, es decir, otra suerte de monstruo, con papada fláccida y oscilante. Probé a quedarme sin ojos y el cielo me llegó entonces en puntos luminosos e intermitentes. Cuando de nuevo los abrí, la luz se pobló de islas oscuras que estallaban y desaparecían.

Usted no podía saber nada de este hedonismo, de este momentáneo desajuste, de esta tonta sorpresa. Pero mis días transparentes siempre se ayudan con un retorno a mi niñez opaca, en la cual estos juegos míos con las cosas constituían la sola justificación del futuro, casi en el mismo grado que constituyen ahora la justificación única del pasado. Preciso esta conexión como un soporte. De vez en cuando necesito hallar esta soledad poblada, numerosa. Inevitablemente repercute en mi ser, diríase que me otorga identidad. Soy lo que soy y cuanto soy, de acuerdo a mis diferencias con ese patrón, con esa muestra. La comparación está dentro de mí como yo dentro de ella. El trayecto de mi identidad supone que he cambiado, pero la regularidad del cambio demuestra que soy el mismo.

Acaso usted no halle en esto ninguna ansiedad verdaderamente promotora de alegría, pero yo sí la encuentro, más aún, la deseo. Por eso me gusta ser fiel a esa vinculación conmigo mismo, por eso me agrada cada uno de estos regresos a lo que ya no soy, justamente para alzarme desde ese pasado en desuso, desde esa plataforma casi absurda, hacia lo juiciosamente venidero.

Por eso también me vestí despacio, mientras pensaba que hoy había salvación para mí, es decir, que estos regresos la hacían posible. Usted debe creer que ésta es una actitud falsamente melancólica, y en rigor no me atrevo a negarlo. Yo también la considero falsa y melancólica. No piense, sin embargo, que la improviso. Soy tremendamente consciente de su inoperancia. Pero desde el instante en que así la veo, también la admito, simplemente la admito. Y entonces no me importa su probable melancolía. Más aún, la busco. Como a un fijador.

No obstante, a usted no la buscaba. Y si después de salir, vagué en esa dirección, era sencillamente porque de lunes a viernes el Parque está sin cocineras de asueto, sin vendedores ambulantes ni jinetes precoces ni matrimonios ejemplares y odiosos. De lunes a viernes, el Parque es reino exclusivo de maestras jubiladas y jubilados tenedores de libros, de estudiantes faltadores, de empleados públicos, de neurasténicos y vagabundos, de convalecientes y de incurables.

Usted supo enseguida a qué atenerse y empezó por reconocerme. Cuando la vi, su boca grande, siempre igual a sí misma, se apresuraba a pronunciar mi nombre. Cierta ansiedad custodia se le quedó en la voz, cierto descuido del pudor, cierto infinito descorazonamiento, como si hubiera esperado no encontrarme jamás.

Yo entonces corrí, literalmente corrí a su encuentro. Usted me dio la mano y en su tacto reconocí la existencia serena, acosada, presente, de nuestras cosas subordinadas y comunes. Usted me dio la mano y yo musité: «Hoy y la alegría», así, desordenadamente, «hoy y la alegría», sin vacilar, sin pensar en rehusarla, sin alejarme obsesivamente, sin hacer nada, sin hacer absolutamente nada.

Después fui sabiendo que usted ingresaba paulatinamente en todas mis imágenes suyas que yo había abandonado: usted y su traje azul con cuello blanco junto a la verja de Los Pinos, y usted en la fotografía con mis hermanas, y a mi derecha en la cabalgata, y usted acariciando una sola vez mi cabeza, en Buenos Aires, cuando la muerte de mi madre, y también usted sola, en la playa, espiada por mí, buscando caracoles entre cantos rodados.

Sólo entonces supe hasta dónde ignoraba su vida de ahora, esa vida inconmensurable que usted sin duda habría aprehendido desde la tarde en que leí aquel soneto de Shakespeare: «Thine eyes I love, and they, as pitying me». Usted había abierto los ojos sólo cuando dije: «O, let it then as well bessem thy heart to mourn for me …». Sí, porque yo también anhelaba que su corazón llorase sobre mí, que llorásemos juntos y sin lágrimas por esa ausencia recíproca que habíamos decretado. Usted lo recuerda. Usted recuerda sin duda que yo le pregunté si él lo merecía. Usted tiene que recordarlo, con la misma precisión con que recuerdo yo su obstinado: «No, no lo merece». Acaso caí en un absoluto desaliento, en una invencible sensación de fracaso, al no tener siquiera un motivo heroico en que apoyarme, en que levantar para mi orgullo ese recuerdo del futuro que dulcificara este presente.

Usted había apoyado su mano en mi nuca y había alcanzado a decirme: «No sea tan muchacho. Quienes lo merecemos somos usted y yo. Usted y yo merecemos este amor en que siempre le perteneceré, en que siempre me pertenecerá. ¡Vamos, si parece un chico! Claro que sufre. Yo también. Yo también sufro». Sí, usted también sufría. Pero estaba verdaderamente convencida de su resolución, de su ánimo, de su firmeza. Y ésta —su firmeza— acabó por perdernos. O salvarnos.

Esta mañana pensé: «Ahora sabré si nos hemos perdido, si nos hemos salvado». Usted caminaba junto a mí, ¿hacia dónde? De pronto dijo: «Venga a mi casa, ahora». Pero no cambiamos de rumbo. Desde el comienzo íbamos a su casa. Entonces agregó: «Usted se casó el catorce de noviembre de mil novecientos treinta y ocho». Era cierto. «Debe resultar agradable verlo convertido en hombre de respeto, sermoneando a las chicas». Estuve a punto de decirle que, efectivamente, tenía dos, pero usted las nombró: «Sara y Laurita». De modo que usted no ignoraba nada de mí; yo de usted lo ignoraba todo. Me atreví a preguntarle por él. «¿Quién? ¿Diego? No sé nada de él. Hace unos diez años que no lo veo». ¿Entonces? Lo peor era que su voz permanecía implacablemente tranquila, como si fuera lo más natural que hubiéramos renunciado, en beneficio de él, a nuestra porción de dicha, y que sin embargo él no la hubiera aprovechado. Pero era inútil preguntar. Primero porque usted siempre arrima el cándido bochorno de sus respuestas cuando uno ha descendido de la ansiedad, cuando uno ha aprendido momentáneamente a conformarse, tanto con la propia y respetuosa ignorancia como con ese silencio suyo, despreocupado, cordial, indiscernible, que autoriza todas las conjeturas y nada deja adivinar. Y luego, porque habíamos llegado a su casa.

No había nadie. Usted fue abriendo las ventanas, todas las ventanas. Como si deseara que la luz fría, reseca, del capitulante sol de invierno, animara ante mí esa zona invisible de su vida. Como si esperara reencontrarme agobiado de anhelos ante la sorpresiva intimidad. Ya podía internarme en el pasado invulnerable y revelador, insistir en el rumbo de aquellas sensaciones confusas, viciadas de impaciencia, que había estimulado su rostro de otro entonces. Pero el rostro de su vida actual era éste: un grabado de Renoir en la pared del fondo, la biblioteca de libros europeos, el diminuto pescador de marfil sobre el estante de ébano, los tres sillones severos, casi despectivos, el gran escritorio de roble con su Céline a mitad de lectura, y el retrato de un hombre cuarentón, con un indefenso lustre de bondad.

«Mi marido», dijo usted, sin entusiasmo y sin cansancio. Yo tenía ganas de hablar, de detener el avance ondulante de esta novedad en mi energía, de vaciar de algún modo en sus manos mi propia servidumbre de recuerdos. Nunca comprenderé por qué no se detuvo allí, por qué no prefirió dejarme simplemente aterido de claridad, a solas con su noticia, para que yo pudiera imaginarla junto a ese no-Diego, cara a cara frente a ese «él» que provenía del mundo de usted y no de «nuestro» mundo. Pero usted dijo: «Debería conocerlo. Le gustan las mismas cosas que a usted». No. No podría enfrentarlo. ¡Que usted me haya invitado a ese insignificante sacrilegio! Me parecía increíble. Aún no sabía si era que usted sobrevivía idéntica a sí misma y era yo el promiscuo, el inestable, el tornadizo, o si yo conservaba todavía mi propia voz de usted, y usted en cambio se había acostumbrado a otro régimen de sensaciones y, lo que era peor, a otra fisonomía.

De ahí mi brusca retirada, mi adiós nervioso, mis justificaciones falsas, desmedidas. Usted no se asombró de nada. Acaso esperaba de antemano que yo no podría soportar sin miedo su nueva y desacomodada realidad, su realidad al margen de mi recuerdo, su indiferencia por la lealtad de mis emociones. Cuando usted cerró su puerta, cuando detrás de ella desaparecieron los sillones, el Renoir, el pescador de marfil, los libros, usted misma, sentí que no enfrentaba ya un presente fácil, sostenido como hasta ayer, como hasta hace unas horas, por su probable y cercana aparición. Ahora debía arreglármelas solo, con las figuras que yo puse y pondría aún en mi mundo de carne, en mi mundo de hueso, definitivamente expulsado de nuestro piélago en común, de nuestra común lejanía de la tierra. Cuando usted cerró su puerta, sentí en mí la necesaria revelación de que todo aquello de que habíamos participado ya no existía, de que mi yo de usted tampoco existía, ni existía —¡por fin!— tampoco usted.

Y es cierto: usted no existe. Ahora puedo decirlo, pensarlo, escribirlo. ¡Usted no existe! Ahora que estoy nuevamente en mi habitación y mi mujer lee el diario de la noche y se escucha desde el cuarto vecino la conversación atareada de mis hijas, ahora puedo admitirlo, comprobarlo, demostrármelo. También puedo demostrárselo a usted. En realidad usted fue siempre una imagen. La imagen que yo creé a partir de un conjunto de anhelos, de deseos incumplidos, de pequeños fracasos, exactamente como creé mi pequeño monstruo a partir de una mancha de humedad o como inventé un títere a partir de Laurita en el espejo. Usted fue la imagen de la mujer segura, la mujer con enorme capacidad de sacrificio, la infatigable presencia humana que yo hubiera aprendido a amar. Usted fue la criatura mía, solamente mía, la que yo inventé a fin de que mi ideal no permaneciera eternamente abstracto, a fin de que tuviera rostro, decisiones, palabras, tal como las otras criaturas —las creadas por Dios y no por mí— que me rodeaban y no coincidían con mi réplica desamparada, con esa venganza sutil que, obedeciendo a una sencilla tradición podemos tomarnos aun los solitarios, los siempre descontentos, los oscuros. Yo la inventé a usted con su piel de pecas, con su mirada reticente, con sus manos afiladas y tibias, con sus silencios flexibles, con su recurrente ternura. Yo la creé idealmente imperfecta, con esas pequeñas y poderosas fealdades que inexplicablemente singularizan un rostro y le comunican su derecho al recuerdo, con esas comisuras de simpatía que desmantelan la serenidad y esclavizan el sueño. Así ingresó usted a mis insomnios, así participó de esa complicidad pueril que yo formé para su sola imagen. Pero usted fue creada ya con un pasado, con un pasado de traje azul y cuello blanco junto a la verja de Los Pinos, con un pasado de fotografías (imágenes imaginadas de su imagen) junto a mis hermanas de presencia categórica y carnal, y a mi derecha en la cabalgata, y acariciando una sola vez mi cabeza en Buenos Aires, cuando la muerte de mi madre (me costaba muchísimo crear artificialmente la sensación del contacto), y también usted sola en la playa, espiada por mí, buscando caracoles entre cantos rodados. Usted fue creada con ese pasado, tal como se construye un aparato de precisión con sus accesorios. Usted fue creada a partir de un sacrificio, de una lectura del soneto CXXXII de Shakespeare, de un beneficiario apócrifo llamado él o también Diego, de una promesa mutua de renuncia. De este modo era usted una imagen alejada, es decir, un recuerdo de imagen, y por ello tremendamente próximo al recuerdo de una presencia real. En rigor, usted no debía aparecérseme nunca, usted debía sencillamente mantener el rumbo de mi segunda existencia. Obstinado en el recuerdo de su imagen, yo había descartado —razonablemente descartado— la posibilidad de la presencia de su imagen. No obstante, en el subsuelo irracional que desmiente nuestros actos obligados y embusteros, allí, en ese fondo duramente veraz, no estaba descartado su regreso. Allí su regreso vivía con la misma intensidad de mis juegos conceptuales con las cosas, con la misma vehemencia que me dejaba convertir a mi hija en un títere o a una mancha de humedad en un monstruo de papada fláccida y oscilante. Recién ahora admito que había pensado nuestro encuentro en el Parque, mil veces nuestro encuentro en el Parque, pero siempre como posible, nunca —hasta ayer— como virtualmente real. Hasta ayer ese encuentro era para mí la obsesionante representación de una espera, un encuentro eternamente a ser en el futuro, nunca siendo ya. Deliberadamente había dejado de proyectar su imagen a fin de proyectar interminablemente la memoria de su imagen (gracias a su pasado accesorio) a la vez que la esperanza de su imagen (gracias al irrealizado pero no irrealizable encuentro en el Parque). De ahí que yo viviera, junto a mis hijas y junto a mi mujer, sostenido por el recuerdo de su rostro anterior y por la esperanza de su rostro futuro, que debían guardar entre sí el parentesco impuesto por mi capacidad de invención. Claro que sólo podía representarme los rasgos de su rostro pretérito. El otro, su rostro a llegar, el rostro que usted iba a tener en el Encuentro, sólo podía representarlo como probabilidad, o sea, en preimagen. La verdadera imagen acaecería en el instante en que por fin me decidiese a representar ese encuentro constantemente postergado.

Hoy me decidí. Usted no puede saber por qué. Me decidí sencillamente para terminar con usted de una vez por todas. En mis manos tenía dos rumbos: postergar indefinidamente el Encuentro y continuar viviendo una alegría a experimentar, o resolverme a imaginar ese Encuentro y alejarla a usted definitivamente de mi juego. Lo primero era una tortura viva; lo segundo, otra más llevadera: meramente resignarme a su desaparición. Pero ¿cómo podría usted desaparecer? ¿No se renovaría el recuerdo agregando nuevas imágenes a su primitivo pasado accesorio? Yo no aceptaba continuar viviendo de este modo. De manera que la única solución era crear el Encuentro, literalmente verla imaginada, pero a la vez imaginarla traicionándose y traicionándome, es decir, eludiendo nuestro cerrado mundo en común. Desde el momento en que usted fuera infiel a nuestro sacrificio, o sea, desde el momento en que eludiera al beneficiario apócrifo, a él, es decir, a Diego, para pertenecer estúpidamente a un no-Diego, entonces yo podría escapar derrotado, asqueado quizá por su cambio, por su deserción. Por eso le puse nombre a este espacio: «Hoy y la alegría». Sencillamente hoy y la alegría, porque era la cúspide, el apogeo de mi juego, de la terrible tensión seguida del agotamiento de ese mismo juego, de la terrible desaparición de usted. Era el tiempo en su exacto valor: el hallazgo y la pérdida, el consuelo y la desesperanza.

Y todo lo cumplí. Es decir, lo cumplió usted. Usted me llevó a su casa. Usted abrió las ventanas para que yo viese el Renoir, los libros, el retrato. Usted comentó: «Mi marido» y me invitó a conocerlo. Usted —oh, ¿por qué?— no guardó silencio.

Usted no podía, no puede saber que he regresado ahora a mi habitación, que estoy al lado de mi mujer dormida (el diario de la noche caído sobre su rostro), que el cielo nocturno penetra lentamente en mí, que a mi solo conjuro usted perdería su sinrazón de ser y que, no obstante ello, mañana, tal vez esta misma noche, jugaré de nuevo a imaginar y me representaré golpeando a su puerta y la imaginaré recibiéndome —sí, exactamente así— con su invencible, antigua risa de Los Pinos, con otro traje azul de cuello blanco, con sus queridas manos afiladas y tibias. Y usted me dirá: «Lo esperaba» o también «Voy a presentarle a mi marido. Le gustan las mismas cosas que a usted». Y usted cerrará la puerta y entonces seré yo el inexistente. Porque no saldré nunca, nunca, nunca, aunque el tiempo se harte de correr y yo descanse en el sillón adusto o contemple a mis anchas el perfecto Renoir o tome en mis manos el irrisorio pescador de marfil y tras de contemplarlo durante cuatro siglos, lo deposite con cuidado, casi con ternura, sobre el desguarnecido estante de ébano.


(1948).

El Profeta - Khalil Gibrán - La Belleza

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - El Placer



La Belleza


Y un poeta dijo: Háblanos de la Belleza.

Y él respondió:

"¿Dónde buscaréis la belleza y cómo haréis para encontrarla a menos que ella misma sea vuestro camino y vuestro guía? ¿Y cómo hablaréis de ella, a menos que ella misma teja vuestro hablar?

"El agraviado y el injuriado dicen: "La belleza es gentil y buena. Camina entre nosotros como una madre joven, casi avergonzada de su propia gloria."

"Y el apasionado dice: "No, la belleza es cosa de poder y temor, como una tempestad sacude la tierra bajo nuestros pies y el cielo sobre nosotros."

"El cansado y rendido dice: "La belleza es hecha de blandos murmullos. Habló en nuestro espíritu. Su voz se rinde a nuestros silencios como una débil luz que se estremece de miedo a las sombras."

"Pero el inquieto dice: "La hemos oído dar voces entre las montañas. Y, con sus voces, se oyó rodar de cascos y batir de alas y rugir de leones."

"Durante la noche, los serenos de la ciudad dicen: "La belleza vendrá del este, con el alba."

"Y, al mediodía, los trabajadores y los viajeros dicen: "La hemos visto inclinarse sobre la tierra desde las ventanas del atardecer."

"En el invierno, dice el que se halla entre la nieve: "Vendrá con la primavera, saltando sobre las colinas."

"Y, en el calor del verano, los cosechadores dicen: "La vimos danzando con las hojas de otoño y tenía un torbellino de nieve en su pelo."

"Todas estas cosas habéis dicho de la belleza.

"Pero, en verdad, hablásteis, no de ella, sino de vuestras necesidades insatisfechas.

"Y la belleza no es una necesidad, sino un éxtasis.

"No es una sedienta boca, ni una vacía mano extendida.

"Sino, más bien, un corazón ardiente y un alma encantada:

"No es la imagen que veis ni la canción que oís.

"Sino, más bien, una imagen que véis cerrando los ojos y una canción que oís tapándoos los oídos.

"No es la savia que corre debajo de la rugosa corteza, ni el ala prendida a una garra.

"Sino, más bien, un jardín eternamente en flor y una bandada de ángeles en vuelo eternamente.

"Pueblo de Orfalese, la belleza es la vida, cuando la vida descubre su sagrado rostro.

"Pero vosotros sois la vida y vosotros sois el velo.

"La belleza es la eternidad que se contempla a sí misma en un espejo.

"Pero vosotros sois la eternidad y vosotros sois el espejo."


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El Profeta - Khalil Gibrán - La Religión

viernes, 25 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - El Placer

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - La Oración



El Placer


Entonces, un ermitaño, que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y dijo: Háblanos del Placer.

Y él respondió, diciendo:

"El placer es una canción de libertad, pero no es libertad. Es el florecer de vuestros deseos, pero no su fruto.

"Es una llamada de la profundidad a la altura pero no es lo profundo ni lo alto.

"Es lo enjaulado que toma alas, pero no es el espacio confinado.

"¡Ay! en verdad verdadera, el placer es una canción de libertad.

"Y yo desearía que la cantárais con plenitud de corazón, pero no que perdiérais el corazón en el canto.

"Algunos jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados por ello y censurados.

"Yo no los juzgaría ni censuraría. Los dejaría buscarlo. Porque encontrarán el placer pero no lo encontrarán solo; Siete son sus hermanas y la peor de ellas es más hermosa que el placer.

"¿No habéis oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?

"Y algunos mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas cometidas en embriaguez. Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y no su castigo.

"Deberían ellos recordar los placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un verano.

"Sin embargo, si los conforta el arrepentirse, dejad que se arrepientan.

"Y algunos hay, entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.

"Y, en su miedo a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u ofenderlo.

"Pero esa renuncia misma es su placer.

"Y, así, ellos también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar raíces.

"Pero, decidme, ¿quién es el que puede ofender al espíritu?

"¿Ofende el ruiseñor la quietud de la noche o la luciérnaga ofende a las estrellas?

"Y ¿molestan al viento vuestro fuego o vuestro humo? ¿Creéis que es el espíritu un estanque quieto que podéis enturbiar con un bastón?

"A menudo, al negaros placer, no hacéis otra cosa que guardar el deseo en los recesos de vuestro ser.

"¿Quién no sabe que lo que parece omitido, aguarda el mañana?

"Aun vuestro cuerpo sabe de su herencia y su justa necesidad y no será engañado.

"Y vuestro cuerpo es el arpa de vuestra alma.

"Y sois vosotros los que podéis sacar de él dulce música o confusos sonidos.

"Y ahora vosotros preguntáis en vuestro corazón: "¿Cómo distinguiremos lo que es bueno de lo que no es bueno en el placer?"

"Id a vuestros campos y a vuestros jardines y aprenderéis que el placer de la abeja es reunir miel de las flores. Pero es también el placer de la flor el ceder su miel a la abeja. 

"Porque, para la abeja, una flor es fuente de vida.

"Y, para la flor, una abeja es un mensajero de amor, Y para ambos, abejas y flor, el dar y el recibir placer son una,necesidad y un éxtasis.

"Pueblo de Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores."


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El Profeta - Khalil Gibrán - La Belleza

jueves, 24 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - La Oración

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - Lo Bueno y Lo Malo



La Oracíón


Entonces, una sacerdotisa dijo: Háblanos de la Oración.

Y él respondió:

"Oráis en vuestra pena y en vuestra necesidad; deberíais también hacerlo en la plenitud de vuestra alegría y en vuestros días de abundancia.

"Porque ¿qué es la oración sino el expandirse de vuestro ser en el éter viviente?

"Y si es para vuestra paz que volcáis vuestra oscuridad en el espacio, es también para vuestro deleite el derramar el amanecer de vuestro corazón.

"Y, si no podéis sino llorar cuando vuestra alma os llama a la oración, ella os enjugará una vez y otra aún llorando hasta que encontréis la risa.

"Cuando oráis, os eleváis para hallar en lo alto a los que en ese mismo momento están orando y a quienes no encontraríais sino en la oración.

"Por lo tanto, que vuestra visita a ese invisible templo no sea más que éxtasis y dulce comunión.

"Porque, si entrarais al templo solamente a pedir, no recibiréis:

"Y si entrarais aun a pedir por el bien de los otros, no seréis oídos.

"Es suficiente que entréis en el templo invisible.

"No puedo enseñaros cómo orar con palabras.

"Dios no oye vuestras palabras sino cuando El Mismo las pronuncia a través de vuestros labios.

"Y yo no puedo enseñaros la oración de los mares y los bosques y las montañas.

"Pero vosotros, nacidos de las montañas, los bosques y los mares, podéis hallar su plegaria en vuestro corazón.

"Y si solamente escucháis en la quietud de la noche, les oiréis diciendo, en silencio: Nuestro Señor, que eres nuestro ser alado, es Tu voluntad la que quiere en nosotros. Es Tu deseo, en nosotros, el que desea. Es Tu impulso el que, en nosotros, cambia nuestras noches, que son Tuyas, en días, que son Tuyos también. No podemos pedirte nada porque Tú conoces nuestras necesidades antes de que nazcan en nuestro ser: Tú eres nuestra necesidad y dándonos más de Ti, nos lo das todo."


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El Profeta - Khalil Gibrán - El Placer

miércoles, 23 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - Lo Bueno y Lo Malo

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - El Tiempo



Lo Bueno y lo Malo


Y uno de los más viejos de la ciudad dijo: Háblanos de lo Bueno y de lo Malo.

Y él respondió:

"Puedo hablar de lo bueno en vosotros, no de lo malo. Porque, ¿qué es lo malo sino lo bueno torturado por su propia hambre y su propia sed?

"En verdad, cuando lo bueno está hambriento, busca alimento aun en cavernas obscuras y, cuando está sediento, bebe hasta de las aguas muertas.

"Sois buenos cuando sois uno con vosotros mismos. Sin embargo; cuando no lo sois, no sois malos.

"Porque una casa desunida no es un antro de ladrones; es sólo una casa desunida.

"Y un barco sin timón puede vagar sin rumbo entre islotes peligrosos y no hundirse hasta el fondo.

"Sois buenos cuando os esforzáis en dar de vosotros mismos. Sin embargo, no sois malos cuando buscáis ganar para vosotros. Porque, cuando lucháis por obtener, no sois más que una raíz que se prende a la tierra y succiona su seno. Seguramente la fruta no puede decir a la raíz: "Sé como yo, madura y plena y dando siempre de tu abundancia." Porque para la fruta el dar es una necesidad, como el recibir es una necesidad para la raíz.

"Sois buenos cuando estáis completamente despiertos en vuestro discurso. Sin embargo, no sois malos cuando dormís mientras vuestra lengua titubea sin propósito.Y hasta un vacilante hablar puede fortalecer una lengua débil.

"Sois buenos cuando camináis hacia vuestra meta firmemente y con pasos audaces. No sois, empero, malos cuando váis hacia ella cojeando. Aun aquellos que cojean no retroceden. Pero vosotros que sois fuertes y veloces, cuidáos de no cojear delante del lisiado, imaginando que eso es bondad.

"Sois buenos en incontables modos y no sois malos cuando no sois buenos.

"Sois solamente indolentes y haraganes.

"Es una lástima que los ciervos no puedan enseñar velocidad a las tortugas.

"En vuestro anhelo por vuestro yo gigante reposa vuestra grandeza y ese anhelo se encuentra en todos vosotros.

"Pero en algunos de vosotros esa ansia es un torrente que corre con fuerza hacia el mar llevando los secretos de las colinas y las canciones de los bosques.

"Y en otros es un hilo de agua que se pierde en ángulos y curvas y se consume antes de alcanzar la playa.

"Pero, no dejemos que el que mucho anhela le diga al que anhela poco: "¿Por qué eres tan lento y te detienes tanto?" Porque el que es verdaderamente bueno no pregunta al desnudo "¿dónde están tus vestidos?" ni al desamparado "¿qué ha ocurrido con tu casa?""


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El Profeta - Khalil Gibrán - La Oración

martes, 22 de diciembre de 2015

El Profeta - Khalil Gibrán - El Tiempo

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - El hablar




El Tiempo

Y un astrónomo dijo: Maestro, ¿y el Tiempo?

Y él respondió:

"Mediríais el tiempo, lo inconmensurable.

"Ajustaríais vuestra conducta y aun dirigiríais la ruta de vuestro espíritu de acuerdo con las horas y las estaciones. Del tiempo haríais una corriente a cuya orilla os sentaríais a observarla rodar.

"Sin embargo, lo eterno en vosotros es consciente de la eternidad de la vida. 

"Y saber que el ayer es sólo la memoria del hoy y el mañana es el ensueño del hoy.

"Y que aquello que canta y medita en vosotros mora aún en los límites de aquel primer momento que esparció las estrellas en el espacio.

"¿Quién de entre vosotros no siente que su capacidad de amar es ilimitada?

"Y, a pesar de ello, ¿quién no siente ese mismo amor, aunque sin límites, rodeado en el centro de su ser y no moviéndose sino de un pensamiento de amor a otro pensamiento de amor, ni de un acto de amor a otro acto de amor? ¿Y no es el tiempo, como es el amor, indivisible y sin etapas?

"Pero si, en vuestro pensamiento, debéis medir el tiempo en estaciones; que cada estación encierre todas las otras estaciones.

"Y que el hoy abrace al pasado con remembranza y al futuro con ansia."


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El Profeta - Khalil Gibrán - Lo Bueno y Lo Malo

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cómo el Grinch robó la Navidad - Dr Seuss

Se acerca Navidad y para leer conseguí "How the Grinch Stole Christmas". Lo conseguí en inglés por lo que, al igual que con "Horton escucha un Quién", la traducción es mía. 
Grinch podría traducirse como "el amargado", "el aguafiestas" pero como todos lo conocemos como Grinch, lo dejé tal cual.
Como verán, esta historia también ocurre en el mundo de los Quien, y por ende, en la Villa de los Quién. 
No subo los dibujos del libro porque no quiero violar derechos de autor. Como la traducción es mía, no creo hacerlo con el texto pero con las imágenes mejor no me meto...
Espero lo disfruten! 


Cómo el Grinch robó la Navidad


A cada Quien en la Villa de los Quién le gusta mucho la Navidad... ¡Pero al Grinch, quien vive al norte de la Villa de los Quién NO le gusta!

¡El Grinch odiaba Navidad! ¡Todo lo relacionado a la Navidad! Ahora, por favor, no preguntes por qué. Nadie sabe con certeza la razón. Podría ser que su cabeza no estuviera bien "atornillada". Podría ser, tal vez, que sus zapatos apretaran demasiado. Pero yo pienso que la razón más probable de todas podría haber sido que su corazón era dos veces demasiado pequeño.

Pero, cualquiera fuera la razón, su corazón o sus zapatos, se paró allí en Noche Buena, odiando a los Quienes, mirando fijamente hacia abajo desde su cueva con amargura, con el entrecejo fruncido hacia las cálidamente iluminadas ventanas del pueblo. Porque sabía que cada Quien en la Villa de los Quién estaba ocupado en ese momento en colgar una corona de muérdago. 

"¡Y están colgando sus medias!" gruñó con una mueca. "¡Mañana es Navidad! Ya casi está aquí". Luego, rezongó golpeteando sus amargados dedos nerviosamente. "DEBO encontrar una forma de evitar que la Navidad llegue"

Porque, mañana, el sabía... todos los Quien niñas y niños se despertarían muy de mañana. ¡Correrían hacia sus juguetes! y ¡Entonces! Oh, ¡El ruido! ¡Ruido! ¡Ruido! ¡Ruido! ¡Eso era lo que odiaba! ¡El RUIDO! ¡RUIDO! ¡RUIDO! ¡RUIDO!

Luego los Quienes, jóvenes y viejos, se sentarían ante un banquete. ¡Y festejarían! ¡Y festejarían! ¡Y FESTEJARÍAN!
¡FESTEJARÍAN!
         ¡FESTEJARÍAN!
                  ¡FESTEJARÍAN!  
Festejarían con Quien-budín, y la extraña bestia Quien-asada que era algo que el Grinch, como mínimo, no podía soportar.

¡Y ENTONCES, harían algo que a él le gustaría aún menos! Cada Quien en la Villa de los Quién, el alto y el bajo, se pararía uno bien cerca del otro, con campanillas de Navidad repiqueteando. Se tomarían de las manos. ¡Los Quienes comenzarían a cantar! 

¡Cantarían! ¡Y cantarían! 

¡Y CANTARÍAN! ¡CANTARÍAN! ¡CANTARÍAN! ¡CANTARÍAN!

Y cuanto más pensaba el Grinch en el Quien-canto de Navidad, más pensaba el Grinch "¡Debo terminar con todo esto! ¡Porque ya lo he soportado por cincuenta y tres años! ¡DEBO evitar que llegue Navidad! ... Pero ¿Cómo?"

Entonces tuvo una idea. ¡Una idea horrible! ¡EL GRINCH TUVO UNA MARAVILLOSA, HORRIBLE IDEA!

"Ya sé exactamente cómo hacerlo!" El Grinch rió con la garganta. Y confeccionó rápidamente un sombrero y un abrigo de Santita Claus. Y rió y cloqueó, "¡Qué gran truco amargado! Con este abrigo y este sombrero, me parezco a San Nico. Todo lo que necesito es un reno..."

El Grinch miró a su alrededor. Pero, como los renos eran escasos, no había ninguno para ser encontrado. ¿Detuvo aquello al viejo Grinch...? ¡No! El Grinch simplemente dijo "Si no puedo encontrar un reno, ¡fabricaré uno!" Por lo que llamó a su perro, Max. Luego tomó un hilo rojo y ató un gran cuerno sobre su cabeza. A continuación, cargó algunas bolsas y algunos viejos sacos vacíos en un trineo destartalado y lo amarró al viejo Max. 

Entonces el Grinch dijo "¡Adelante!" y el trineo comenzó a bajar hacia los hogares del pueblo en los cuales los Quienes dormían. Todas las ventanas estaban oscuras. La nieve calma llenaba el aire. Todos los Quienes soñaban dulces sueños sin preocupación.

Llegó a la primera casita de la cuadra. "Esta es la parada número uno", silbó el Claus amargado, y trepó al techo con bolsas vacías en su puño. Luego se deslizó por la chimenea. Un sitio una pizca estrecho. Pero, si Santa puede hacerlo, así puede el Grinch. Se atoró solamente una vez, por uno o dos momentos. Después se atoró la cabeza en la salida de la chimenea donde las pequeñas Quien-medias colgaban en fila. "¡Estas medias" sonrió "son lo primero en irse!"

Luego se deslizó y escabulló por toda la habitación con la sonrisa más desagradable de todas y se llevó cada uno de los presentes. Pistolas de juguetes, bicicletas, patines, tambores, tableros de damas, triciclos, pochoclo y ciruelas. Los metió en bolsas. Ágilmente, el Grinch metió todas las bolsas, una por una, en la chimenea.

Después, se escabulló hacia la heladera. ¡Tomó el banquete de los Quienes! ¡Tomó el Quien-budín!¡Tomó la bestia asada! Vació toda la heladera tan rápido como un rayo. ¡Incluso se llevó la última lata de Quien-cholate!

Metió toda la comida en la chimenea lleno de júbilo. "Y AHORA" gruñó el Grinch "Me ocuparé del árbol"

Y el Grinch tomó el árbol y comenzó a empujarlo cuando escuchó un ruidito como el "cuu" de una paloma. Se dio vuelta rápidamente y vio ¡un Quien diminuto! La pequeña Cindy-Lou Quien, que no tendría más de dos.

El Grinch había sido atrapado por la pequeñita hija de algún Quien que se había levantado de la cama por un vaso de agua fría. Miró al Grinch y dijo "Santita Claus, ¿Por qué?, ¿Por qué te llevas nuestro árbol de Navidad? ¿POR QUÉ?

Pero, sabes, aquel viejo Grinch era tan listo y tan astuto que pensó una mentira y la pensó muy rápido.

"Porque, mi querida nenita", el Santita Claus falso mintió, "Hay una luz en este árbol que no encenderá de un lado. Por eso, lo llevo a mi taller, mi querida. Allí lo arreglaré y luego lo traeré de regreso".

Y esta mentira engañó a la niña. Entonces, le acarició la cabeza, le consiguió la bebida y la envió a la cama. Cuando Cindy-Lou Quien fue a la cama con su vaso, él fue a la chimenea y metió el árbol.

Lo último que tomó fue el tronco para el fuego. Luego subió por la chimenea, el viejo mentiroso. En sus paredes no dejó nada más que ganchos y algunos cables. Y la única partícula de comida que dejó en la casa, fue una miga demasiado pequeña incluso para un ratón.

A continuación, hizo lo mismo en las otras casas de los Quienes y dejó migajas aún más pequeñas para los ratones de los Quienes.

Era un cuarto pasado el amanecer...
         Todos los Quienes estaban aún en la cama,
         Todos los Quienes aún dormían,
Cuando llenó su trineo, ¡lo llenó con sus regalos!¡Sus cintas! ¡Sus envoltorios! ¡Sus etiquetas!¡Y sus guirnaldas! ¡Sus adornos! ¡Sus ornamentas!

¡Trescientos pies hacia arriba! Viajó con su carga hacia la cima del monte Crumpit para deshacerse de ella.

"¡Bah-bah a los Quienes!" zumbaba amargamente. "Ahora están descubriendo que ninguna Navidad llegará. Se están despertando. Y sé justo qué harán. Se quedarán con la boca abierta un minuto o dos. Luego los Quienes de la Villa de los Quién llorarán Bu-ju." 

"Ese sonido", gruñó el Grinch, ", tengo que oírlo". Por eso hizo una pausa. Se colocó una mano en la oreja y escuchó el sonido que subía por la nieve. Comenzó bajo pero luego creció...

¡Pero aquel sonido no era triste! Porque aquel sonido sonaba feliz.¡No podía ser!.¡Pero ERA feliz! ¡Muy!

Miró fijamente la Villa de los Quién. Al Grinch se le saltaron los ojos y se sacudió. ¡Lo que vio fue una sorpresa chocante! ¡Cada Quien de la Villa de los Quién, el alto y el bajo, estaba cantando! ¡Sin que hubiera regalo alguno! NO HABÍA evitado que la Navidad llegara ¡HABÍA LLEGADO! De algún modo u otro, llegó de todas maneras.

Y el Grinch, con sus pies amargados congelados en la nieve, se quedó parado. Desconcertado, se rompía la cabeza: "¿Cómo podía ser? Llegó sin cintas. Llegó sin etiquetas. ¡Llegó sin paquetes, cajas o bolsas!" Y se rompió la cabeza tres horas, hasta que tanto pensar le dolió. Entonces, el Grinch pensó algo que no había pensado antes."Tal vez la Navidad", pensó, "no viene de una tienda. Tal vez la Navidad... a lo mejor... significa algo más".

¿Y que sucedió luego...? Bueno... en la Villa de los Quién dice que el pequeño corazón del Grinch aumentó tres veces su tamaño aquel día. Y en el minuto que su corazón no se sintió tan estrecho, silbó con su carga a través de la clara y brillante mañana, y devolvió los juguetes. Y la comida para el banquete. Y él... ¡ÉL MISMO!... El Grinch, trinchó una bestia asada.


El Profeta - Khalil Gibrán - El hablar

Viene de El Profeta - Khalil Gibrán - La Amistad



El Hablar



Y un erudito dijo: Dinos del Hablar.

Y él respondió:

"Habláis cuando cesáis de estar en paz con vuestros pensamientos;

"Y, cuando no podéis morar más en la soledad de vuestro corazón, vivís en vuestros labios y el sonido es una diversión y un pasatiempo.

"Y en mucho de vuestro hablar el pensamiento es a medias asesinado,

"Porque el pensamiento es un pájaro del espacio que, en una jaula de palabras, puede, en verdad, abrir las alas, pero no puede volar.

"Algunos hay entre vosotros que buscan al hablador por miedo a estar solos.

"El silencio de la soledad revela ante sus ojos su yo desnudo y desean escapar.

"Y hay quienes hablan y, sin conocimiento ni premeditación, revelan una verdad que no comprenden ellos mismos.

"Y hay quienes tienen la verdad, pero no la dicen en palabras.

"Cuando encontréis a vuestro amigo a la vera del camino o en el mercado, dejad que el espíritu en vosotros mueva vuestros labios y dirija vuestra lengua.

"Que la voz en vuestra voz hable al oído en su oído: Porque su alma guardará la verdad de vuestro corazón, como el sabor del vino es recordado.

"Cuando el dolor se olvidó y el vaso ya no existe."



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El Profeta - Khalil Gibrán - El Tiempo